Ayer volví a pasear por el barrio en el que empecé a trabajar.
Antes había hecho muchas otras cosas: colgar carteles, hacer encuestas, vender tabaco, coger cerezas. Pero aquel fue mi primer trabajo serio.
El día que comencé estaba tan nerviosa que llegué antes de tiempo, y me puse a dar vueltas por la manzana para intentar relajarme y ensayar cómo me presentaría. Mi jefe de entonces se reía cada vez que lo recordaba. Cuando me abrió la puerta le dije: «Soy Sonia y vengo a trabajar». Tenía diecinueve años.
El barrio está cambiado. El restaurante de lujo que había debajo del despacho se ha convertido en una pizzería sin más, y el bar que inauguraron con aires de grandeza se ha venido abajo y lo único que mantiene es el nombre.
Pero como necesitaba un sitio donde descansar y me pareció que tenía unas mesas perfectas para estudiar, aproveché el tirón de la nostalgia para volver a entrar en él después de tantos años.
Desplegué la libreta y saqué el lápiz con la intención de ponerme a preparar mis apuntes mientras recuperaba fuerzas con un bocadillo de tortilla de queso con pan con tomate y una fantástica Coca-cola Zero (sin hielo, ni limón, por favor).
La cabeza se me iba, me quedaba embelesada recordando anécdotas de aquella época.
Y entonces, de fondo, sonó esta canción. Me puso de tan buen humor que pensé que tenía que compartirla contigo.
Que tengas un fantástico fin de semana,