Érase una vez una chica fantástica que tenía problemas en el colegio porque le costaba aprender más de lo «normal».

Los médicos le dijeron a sus padres que a pesar de que era muy inteligente, nunca llegaría muy lejos; porque tenía dislexia, dislexia diagnosticada.

En lugar de tirar la toalla, sus padres confiaron en ella. La cambiaron de centro educativo e intentaron ofrecerle el ambiente más adecuado para que siguiera adelante.

Ahora es mayor.

Estudió una carrera (no especialmente sencilla), y se gana la vida con algo que le apasiona.

También ha escrito un libro. Le ha costado, pero lo ha hecho. Todavía siente vértigo cuando piensa en él.

Cuando la chica fantástica les explica a los médicos que está haciendo el doctorado, no se lo creen. Le dicen que con una dislexia como la suya, es imposible.

Pero es cierto. De hecho, está acabando la tesis.

Ella está convencida de que ha sido capaz de conseguir todo esto gracias a una frase que siempre le repetían sus padres: «Tus límites te los pones tú».

Y ella decidió que sus límites serían el horizonte de sus sueños. 

Está contenta de sus logros. Ilusionada, y con muchos otros proyectos por cumplir.  

Seguirá yendo a por ellos, aún sabiendo que habrá algunos que se quedarán por el camino. Le gusta hacerlo así.

Ahora está aprendiendo a anteponer el cuidado al esfuerzo. Porque lo primero que hay que hacer, dice, es cuidarse.

¿No te dije que era fantástica?

Que disfrutes del día.