Ayer te dije que antes de las vacaciones te iba a recomendar dos películas, pero es cierto que al final solo te hablé de una.
La otra era también un documental: «Lo que el pulpo me enseñó».
Te pongo en situación.
Un cámara de origen sudafricano está estresado, saturado de rodajes y procesos de edición. La tensión acumulada le está pasando factura tanto a su salud como a la relación que mantiene con su mujer y con su hijo.
Intuye que para recuperarse necesita volver a conectar con la naturaleza, sentirse parte de ella.
Así que decide romper con todo e instalarse solo en una pequeña casa que tenía su familia frente al mar, en un rincón inhóspito de una de las costas más salvajes de Sudáfrica, el Cabo Occidental.
Allí empieza a hacer lo que tantas otras veces había hecho de pequeño, meterse en las aguas heladas y bucear a pecho descubierto, sin bombonas ni neopreno. Al principio le cuesta, es normal, después de tantos años ha perdido la costumbre. Pero, poco a poco, vuelve a sentirse a gusto en aquel hábitat y queda fascinado de nuevo por todo lo que ve.
Entonces, se le ocurre que podría combinar sus dos pasiones: bucear y filmar.
Bucea con su cámara y filma todo lo que ve.
Uno de los días, se sorprende al ver en el fondo del mar, entre la arena, una forma que no reconoce.
De repente, como por arte de magía, la forma se convierte en un pulpo, mejor dicho, en un pulpo hembra, en «Ella».
Y entre Craig y «Ella» empieza a establecerse una relación de amor, como la de Miguel Ángel con la Tata.
No puedo explicarte más sin estropearte la película. Solo por la belleza de las imágenes, ya valdría la pena verla; pero no es un documental de la 2. Yo la definiría más bien como una comedia romántica filosófico medioambiental con una pulpo como protagonista.
A mí me gustó. Te la recomiendo encarecidamente, a no ser que tengas pensado irte de vacaciones a Galicia o te encante el pulpo a la gallega.
En ese caso, casi mejor te lo piensas o la dejas para la vuelta 😉
Que tengas un fantástico día.