El otro día acabé de ver una serie que me gustó, se titula Maid.
Está basada en el libro autobiográfico de Stephanie Land. Explica las aventuras y desventuras de una madre joven que lucha por salir adelante y hacerse cargo de su pequeña, mientras se gana la vida limpiando casas.
Se llama Alex y su sueño es ser escritora.
Prometo no hacerte spoiler, pero tengo que ponerte en situación.
En un momento dado, le piden que haga un voluntariado impartiendo unos talleres de escritura a otras mujeres que, como ella, han sufrido violencia de género.
Álex les pone un ejercicio.
Tendrán que recrear el mejor día de su vida.
No basta con escoger un día y ya está. Se trata de que lo describan de la mejor manera posible, usando imágenes que ayuden al resto de sus compañeras a revivirlo, trasladándose a aquel momento y aquel lugar.
Las mujeres están sentadas haciendo un corro. Al principio, ninguna se atreve a hablar.
Después de un rato de silencio, una de ellas explica como se sintió cuando su hija le acarició por primera vez; otra se anima y recuerda una noche en la que salió de fiesta con unos amigos.
Al final le llega el turno a Alex.
Su día es muy especial, diferente a todos, porque el día de Alex todavía está por llegar. Pero es capaz de describirlo con tanto detalle como si ya lo hubiese vivido.
Esa noche me fui a la cama pensando en Alex, en Stephanie y en qué día escogería como el mejor de mi vida.
Mientras lo hacía, en mi cabeza sonaba la canción que Alex y su hija cantaban siempre en el coche cuando se sentían unidas y seguras.
Que tengas un fantástico día.