Hoy te voy a proponer un juego. Es muy sencillo.

Necesitas papel y lápiz. 

Lo primero que tienes que hacer es dibujar un círculo. 

No hace falta que sea perfecto, solo que parezca un círculo.

¿Lo tienes?

Bien, ahora divídelo en cuatro partes, como si estuvieses cortando un pastel. Cada porción corresponderá a una de las siguientes emociones básicas: 

  • la tristeza
  • la alegría
  • la rabia
  • el miedo

Tienes que dibujar cada segmento de un tamaño diferente, en función de cómo te relaciones con esa emoción. 

No me refiero a si te gusta más estar alegre o triste, hablo de si te permites estar triste o enfadado cuando toca, si eres capaz de sostener el miedo, o vivir y expresar la alegría. 

¿Cómo te ha quedado? ¿Tienes alguna emoción que casi no aparezca y otras que destaquen más? No hay un resultado bueno ni malo, se trata de reflexionar.

Hay personas que no se permiten sentir la tristeza, por ejemplo. 

A mí me pasa con la rabia. Por alguna extraña razón siento que no está bien enfadarme, ponerme de mal humor con los demás. Siempre que puedo, intento evitarlo y pensar en otra cosa.

Pero haciéndolo, me estoy perdiendo algo importante.

Para empezar, una información.

La rabia me indica que alguien está sobrepasando los límites que yo considero razonables.

Por otro lado, me estoy perdiendo un impulso.

Porque las emociones, además de darnos información, también son adaptativas: nos mueven a actuar de una determinada manera para sobrellevar lo que sentimos.

En el caso del enfado, nos empuja a recordar los límites fijados y a decir: ¡Hasta aquí hemos llegado!

Con el resto de las porciones del pastel, pasa lo mismo:

  • la tristeza nos anuncia un sentimiento de pérdida. Nos invita a replegarnos, a encerrarnos en nosotros mismos para poder lamernos las heridas. 
  • con la alegría pasa todo lo contrario. Como es fruto de la abundancia, nos apetece cantar, reír, compartir.
  • y el miedo nos pone en alerta. Detectamos un peligro, hay que protegerse. 

Desde que somos pequeños nos dicen que no tengamos miedo, que no nos enfademos, que no lloremos. 

Pero las emociones aparecen sin que las llamemos, están ahí.

Es cierto que hay que aprender a expresarlas y gestionarlas, pero lo único que debería preocuparnos en relación a ellas es perder algún día la capacidad de sentir. 

Que tengas un fantástico día,