Una psicóloga especialista en cuidados paliativos me dijo dos frases que repetía siempre a sus pacientes, y que creo que voy a enmarcar:
“El día acaba cuando nos vamos a dormir. Cada día nos trae una nueva oportunidad.”
Que nos permite enfocar mejor las cosas, intentar hacer aquello que el día anterior no fuimos capaces de llevar a cabo.
Si hablamos de esperanza, Ernst Bloch es mi filósofo de referencia.
No es que le tocase vivir una vida fácil. Era judío, y tuvo que huir de Alemania en la época de los nazis. Ya en Nueva York, se dedicó a escribir su obra por las noches, después de estar fregando platos en los hoteles.
Pese a todo, Bloch defendía lo que llamó el “principio esperanza”. Decía que era una actitud que se podía aprender y que convenía practicar.
Se resumía en que no podemos saber qué va a pasar, ni con nuestra vida, ni con el curso general de la historia, ni con los acontecimientos en general. Es cierto que todo puede ir muy mal. Pero, desde el momento en el que todavía no ha pasado algo, también puede ir muy bien.
Precisamente porque el futuro está abierto, todo es posible.
Por eso, decía Bloch, no debemos cejar en el empeño de lo que persigamos. Está en nuestra mano no decaer y seguir trabajando para intentar que todo vaya lo mejor posible.
Hay temporadas en las que cuesta más mantener la moral a flote.
Siempre va bien hablar con alguien, pero esos días es especialmente recomendable. Si necesitas a alguien que te escuche y salir renovado como si hubieses entrado en una sauna finlandesa, es por aquí.
Que tengas un buen día.