El otro día, en una reunión de trabajo, la conservadora de un museo de arte contemporáneo muy contemporáneo mencionó a Santa Teresa de Jesús y su frase «También entre los pucheros anda Dios».

Me llamó la atención que en una conversación sobre arte contemporáneo tuviese cabida una santa.

No sé exactamente a qué se refería Santa Teresa, pero mi interpretación es que lo sublime se puede encontrar en cualquier gesto, también en los más sencillos, o precisamente en ellos. Siempre que estemos atentos, claro 😉

Almudena Grandes es una de mis escritoras preferidas, y su libro Inés y la alegría, uno de los que escogería para llevarme a una isla desierta.

Ella también ensalzaba la cotidianeidad. Por lo que explican y por cómo escribe, le encantaba cocinar.

Mira qué maravilla:

«A Montse todo le parecía muy bien, tanto que tampoco quiso separarse de mí en ningún momento, y no volvimos a ver los aviones, pero sí sus efectos, los efectos de las tropas a las que acompañaban en las caras de los hombres con los que nos cruzamos, en el silencio compacto, sin risas, sin bromas, que llegaba hasta la cocina, ni una palabra acompañando al eco de los tenedores que batían huevos en los platos, al chisporroteo del aceite caliente, los chorros de agua y el chirrido de los estropajos sobre la loza.

Yo tampoco hablaba, solo cocinaba, pelaba cebollas, patatas, zanahorias, espumaba el caldo, amasaba, rehogaba, rellenaba, freía, guisaba sin hablar, sin saber cómo interpretar aquel silencio, bueno o malo, que hacía temblar las manos de Montse mientras rallaba las naranjas hasta la pulpa sin darse cuenta, y hacía temblar las mías para que se me resbalaran los cuchillos una y otra vez, por más empeño que pusiera en secarme los dedos en el delantal. Ella hablaba sola, en un murmullo, yo ni siquiera eso, pero cociné más, mejor que nunca. Aquel día, Montse aborreció la cocina para siempre, pero yo descubrí que cualquier desgracia me dolería menos si me pillaba cocinando.»

Si no tienes el tiempo o las habilidades de Almudena, prueba a descongelar unos lomos de salmón y a cortarlos en rodajitas de un tamaño medio. Alíñalas con salsa de soja y, si tienes, echa por encima unas semillas. Verás que delicioso (gracias, Pili!).

¡Que disfrutes del martes!