A veces somos nosotros mismos los que nos autolimitamos, pensando que otros a lo mejor sí, pero yo no, «es que yo soy así».
Mira, hace muchos, muchos años, los griegos ya distinguían entre el talante y el carácter.
Decían que el talante, como nuestro físico, nos viene dado. Nacemos con él, nos acompaña toda la vida, no lo escogemos. Es cierto que nos condiciona, pero no nos hipoteca. Porque, por suerte, además del talante, tenemos el carácter, que es distinto.
El carácter es lo que vamos construyendo día a día: con nuestro esfuerzo o dejándonos llevar, con nuestras decisiones o nuestras indecisiones, con lo que hacemos o dejamos de hacer. Este sí que entra dentro de nuestra responsabilidad.
Curiosamente, la psicología ha llegado hoy en día a una conclusión parecida en relación con la felicidad.
Basándose en sus investigaciones, Sonja Lynbomirsky dice que la sensación de felicidad o infelicidad que experimentamos depende:
– En un 50% de nuestra base genética. Nacemos con una tendencia natural a disfrutar o a amargarnos la vida. Es lo que hay.
– En un 10% de nuestras circunstancias vitales. Irán cambiando, aquí tampoco hay mucho que hacer.
– Y en un 40% (!!!) a lo que los profesores llamaban la «actitud»: a las ganas y al empeño que pongamos en saborear la vida. Este es nuestro verdadero campo de juego.
Sonja dice que ser feliz no es algo que se consiga de la noche a la mañana. Requiere decisión y esfuerzo, igual que el que necesitamos para adquirir una buena condición física.
La parte buena es que también se puede entrenar.
Y que para hacerlo no es necesario ir a ningún gimnasio.
De momento, basta con que agarremos bien fuerte las riendas de la vida. Todo pasa por ahí. Aunque no sepamos adónde nos van a llevar.
Confía en ti y ya iremos viendo.
Que tengas un fantástico día.