Cuando llega septiembre siempre oímos hablar de estrés posvacacional, pero ¿has sentido alguna vez estrés prevacacional?
Te explico a qué me refiero.
Por un lado, está todo lo que crees que tienes que hacer antes de marchar:
- los asuntos del trabajo que no pueden esperar (aunque sabes que, a no ser que salves vidas, a partir de este viernes toooooodo podrá esperar).
- las matrículas y la planificación del curso que viene.
- …y los detalles de las propias vacaciones.
Si eres como yo, aunque a estas alturas la ruta ya está más que decidida, aún falta por preparar: la lista de lo que no puedes dejar de visitar (incluye leer guías y mil comentarios en foros para saber cómo y cuándo es la mejor manera de hacerlo), la lista de lo que sí o sí te tienes que llevar (no sea que te olvides algo imprescindible y donde vayas no haya tiendas para comprarlo), y la lista de lo que tienes que comprar antes de irte (nuevamente ante el peligro de que al llegar a tu destino lo necesites y no lo encuentres).
Pero además, tu cabecita va trabajando y de tanto en tanto te manda mensajes para que tengas presentes todos los peligros que te acechan:
- el calor que va a hacer de más y que ya veremos cómo vais a aguantar. ¿Gorra, abanico, paraguas, crema solar?
- la certeza de que el roce (cuando todo el mundo está estresado y el termómetro no baja de cuarenta) no siempre hace el cariño.
- las caravanas, las luchas por aparcar y la cantidad de gente que habrá decidido hacer vacaciones en el mismo sitio que tú.
- las críticas constructivas a lo que los diferentes miembros de la expedición van proponiendo y no siempre sale como cabía esperar.
- el caos de los aeropuertos, el riesgo de levantarnos del sofá…
La verdad es que visto así, dan ganas de no moverse.
Si no fuese porque:
- no es la primera vez que hemos superado una operación de alto riesgo como esta. Ya hemos desarrollado nuestros propios recursos para sobrevivir a ella y seguro que si la cosa se complica, se nos van a ocurrir muchos más.
- sabemos que cambiar de lugar, personas y ambiente abre la mente, y eso es precisamente lo que nos conviene.
- somos unos privilegiados de poder estar juntos, pasar calor juntos, agobiarnos juntos y cansarnos juntos. Donde sea y como sea.
Así que nos conjuramos y decidimos que haremos lo que podamos y, a partir de ahí, que pase lo que sea, ya saldrá el sol por Antequera.
Nosotros, a disfrutar.
Nos dedicaremos a confeccionar una bonita colección de atardeceres y mejores momentos. Y las aventuras y desventuras que no puedan entrar dentro de esta categoría, con un poco de suerte y de buen humor, acabarán recicladas en la cesta de «anécdotas para reír y compartir».
Que tengas un fantástico día.
P.D. Pues sí, contra todo pronóstico, conseguí colgar mi libro en Amazon. Te avisaré cuando esté a la venta. Será esta semana y el primer día tendrá un precio especial 😉