Hace ya muchos años, tuve miedo a perder el amor de mis padres, de mi padre concretamente. Yo debía tener veintidós años, estaba a punto de acabar la carrera.

Mientras estudiaba, había estado trabajando en una oficina por las mañanas. Era un tipo de negocio en el que se facturaba mucho dinero. Teniendo en cuenta que mis estudios no hacían presagiar un futuro profesional muy prometedor, pasar a trabajar todo el día en aquella empresa era una opción más que razonable. Mi jefe contaba con ello; y mi padre, que era el que me había colocado allí, también.

Pero yo tenía otros planes.

Uno de mis objetivos en la vida era intentar encontrar un trabajo que me llenase. No tenía ni idea de qué podía ser; la única opción que parecía viable a partir de mis estudios era la docencia, y no me atraía en absoluto. Aunque estaba bien perdida, pensé que si empezaba a trabajar en aquella oficina todo el día, no tendría el tiempo ni el espacio mental que necesitaba para iniciar esa búsqueda que no sabía dónde me llevaría.

Así que, ni corta ni perezosa, me despedí y me fui al paro.

La incerteza no me daba más miedo que la falta de aprobación de mi padre. Sentía que le estaba decepcionando al echar por tierra aquella oportunidad que me había dado. 

Pasamos unos días algo tensos en casa 😉

Por suerte, se me ocurrió decirle que quería hablar con él. Le propuse irle a buscar al trabajo para invitarle a comer para así poderle explicar el motivo de mi huida hacia adelante.

Recuerdo ir muy nerviosa a su encuentro. La situación me imponía.

Cuando le vi salir de su despacho, con una sonrisa y una rosa en la mano, me relajé un poquito.

Me llevó a un restaurante tranquilo donde todo el mundo parecía conocerle. Tenía una decoración un poco trasnochadilla, pero era cómodo y amplio. Estuvimos muy a gusto.

Primero me dejó hablar y exponerle tímidamente mis razones.

Al acabar me dijo una única cosa: «Haz lo que creas que tienes que hacer. Nosotros estaremos siempre a tu lado con lo que decidas».

Ahí sí que respiré del todo. Fue el mejor consejo que podía esperar, el mejor permiso.

Hacer lo que te dice tu instinto después de haber madurado a fondo una decisión, es algo que he seguido siempre desde entonces. Lo he aplicado en todos los planos de mi vida. Para mí es el camino natural, el único «seguro». Por eso, es uno de los que te propongo en la formación que estoy preparando sobre Cómo vivir una vida plena.

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Que tengas un fantástico día.