El verano de las olimpiadas me fui a Ibiza con unas amigas.
Éramos tres. Teníamos veinticinco años, y cinco días para estar juntas.
Habíamos alquilado un apartamento en la misma ciudad de Ibiza. La idea era movernos por las diferentes playas de la isla y algún día coger el ferry para ir a Formentera.
Cuando llegó la noche, nos arreglamos lo mejor que supimos.
Después de probar mil combinaciones de ropa y de los clásicos, ¿seguro que me queda bien?, nos pusimos brillo en los labios, cogimos el bolso y salimos a inspeccionar.
En aquella época no había Google Maps ni opiniones en TripAdvisor. Había que cruzar los dedos y dejarse llevar por alguna recomendación, las guías, o el método tradicional: seguir a alguien que nos pareciese que podía buscar el mismo ambiente que nosotras.
Tuvimos suerte.
Muy cerca del apartamento encontramos un pub con música en directo.
Abrimos la puerta. Estaba bastante oscuro, pero entre el humo se intuían alfombras, cojines de colores y velas en las mesas. Entramos.
El cantante era guapo, el grupo tocaba muy bien, y la gente tarareaba las canciones.
Nos gustó tanto que cada noche empezábamos por allí nuestro recorrido particular. No nos íbamos hasta que sonaba nuestra canción preferida.
No te puedo teletransportar a Ibiza, ni mucho menos a la época de los 90.
Pero yo también quería decirte que, si en algún momento sientes que nada va bien y necesitas tener a alguien cerca que te escuche, puedes contar conmigo.
Pues eso, ya lo sabes.
Además, la canción es preciosa 😉
Cuídate mucho y que tengas un fantástico día.