En mi casa no toca mucho el sol.
Bueno, en verano sí; pero en otoño e invierno, que es cuando de verdad te apetece sentir su calorcito a través de los cristales, más bien poco.
Y con el frío que hacía estos días, hemos tenido que poner ya la calefacción.
O intentarlo, porque el termostato no iba bien, y se encendía y apagaba cuando le daba la gana.
Total, que hacía más frío en casa que en la calle.
Hasta que descubrí que a lo mejor lo que le pasaba al termostato era que había que limpiarlo por dentro.
Lo abrí con un destornillador, cogí un trocito de algodón y agua oxigenada a falta de alcohol, y limpié con cuidado todo lo que me pareció que se podía limpiar.
¡Y funcionó! Lo único que necesitaba el pobre era un poco de mantenimiento.
Como todos.
Sea como sea tu vida, es importante que te reserves un ratito para ti. Aunque sea pequeño. Un ratito.
Y que lo utilices para tu mantenimiento, para cuidarte y nutrirte por dentro.
Escoge algo que te haga sentir bien simplemente por el placer de hacerlo.
No hay fórmulas mágicas ni únicas, pero siempre hay alguna, cada cuál tiene que encontrar la suya.
A uno le gustará coser y a otro cantar.
A uno le gustará leer y a otro escribir.
O estudiar, o dibujar. O bailar.
Tampoco sirve cualquier cosa, tiene que ser algo que sientas que te permite conectarte por dentro.
Así, además de disfrutarlo, cuando llegue el frío tendrás los circuitos activados, estarás un poquito más preparado, y no te pasará como a mí.
Que tengas un fantástico día.