Más que amigo, es un conocido del trabajo que vive en el barrio; una de esas personas a las que tienes cariño y con las que te alegra encontrarte.
Nos paramos un momentito a hablar. Yo había quedado, iba con un poco de prisa.
Me explicó que, coincidiendo con la pandemia, había pasado un cáncer de próstata.
Aunque hacía muy buen aspecto y todo parecía ir muy bien, me decía que esa vivencia le había hecho cambiar de perspectiva.
Por ejemplo, había decidido dejar uno de los dos trabajos que tenía. Económicamente le era muy rentable, pero le hacían trabajar con prisas y no se sentía a gusto con los resultados. Ahora prefería coger menos encargos y disfrutarlos más. Es escritor.
También me dijo algo que nos hizo gracia a los dos.
Resulta que, cuando le dieron los resultados y tuvo su diagnóstico, lo primero que pensó fue: ¡todavía no, que aún tengo muchas cosas que hacer!
Ya estaba de acuerdo en irse, no se iba a quedar aquí; pero pedía hacerlo un poco más tarde, porque aún tenía una lista de proyectos por vivir.
Desde «el susto», también tenía menos paciencia para perder el tiempo con tonterías, quería dedicarlo solo a aquello que verdaderamente le importase.
Porque -me seguía diciendo-, al final, una vez que los hijos ya no te necesitan, tampoco necesitas tanto para vivir.
Gran lección.
Que tengas un maravilloso fin de semana.