A lo mejor mi mensaje de ayer te pareció muy duro. Pero lo más duro es que lo que nos contaba Greta era real.

En cualquier caso, cuando te decía que teníamos que hacer algo, no te estaba proponiendo que organizásemos una especie de comando terrorista y nos liásemos a tirar salsa de tomate por encima de la primera pintura que nos encontrásemos en un museo para conseguir llamar la atención sobre el cambio climático.

Tampoco pretendía amargarte el día.

Lo que quería decirte es que, si tenemos un problema (que lo tenemos), es mejor no cerrar los ojos e intentar hacer algo al respecto. Algo positivo. Al fin y al cabo, el mundo y lo que pase en él, lo construimos entre todos.

Los pequeños cambios son poderosos.

Por ejemplo.

Ayer tuve una reunión en un edificio en el que tenían colgadas en la pared algunas fotocopias plastificadas con mensajes claros sobre qué consecuencias tienen las acciones que llevamos a cabo. Las acciones pequeñitas, las del día a día.

Una de las fotocopias estaba colgada al lado del ascensor.

Con un esquema muy sencillo, te explicaba que en los 12 segundos que tardas en subir en ascensor, se gasta la misma energía que necesita una bombilla para estar 1 hora encendida. Aprovechaba para recordarte que si subes por las escaleras, además, haces ejercicio. El beneficio estaba claro.

En la puerta del váter había otra fotocopia.

Mientras estabas sentado en el trono, podías leer cómo dándole por segunda vez al botón de la cisterna para interrumpir la descarga de agua y regular el consumo, podías ahorrar un 80% del agua. En cuanto me pareció oportuno, le di al botón.

Solo dos fotocopias. Ya ves qué sencillo.

Otro ejemplo.

Ayer también, en La Vanguardia, entrevistaban a un abogado que lleva años dedicándose a defender (y a ganar) causas medioambientales en los tribunales.

Resulta que los políticos aprueban leyes que después no cumplen. Entonces, va él y los lleva a juicio. Porque dicen que van a reducir las emisiones de carbono, pero no tienen ningún plan para hacerlo; porque hay leyes que protegen zonas marinas, que después se saltan a la torera; porque el aire que respiramos o el agua que bebemos está más contaminada de lo que han dicho que debería estar… Te puedes imaginar.

Los gobiernos caen en su propia trampa y James Thornton (así se llama el abogado), los obliga a actuar y a hacer realidad lo que ellos mismos han decidido. Su idea es sencilla, pero muy potente: la ley está por encima del poder.

Desde su ONG ClientEarth, ya son 300 abogados de 30 países diferentes luchando por nuestro planeta, y de paso, por todos nosotros. Acaban de abrir sede en Madrid. Quien sabe, a lo mejor eres abogado y te apetece colaborar con ellos. O echarle un vistazo a su web, y ver todo lo que están consiguiendo. Dicen que Thornton es una de las 10 personas que podrían cambiar el mundo.

Como decía el filósofo Bloch, desde el momento en que el futuro está por definir, puede ir mal, pero ¡también puede ir bien!. Depende de lo que, entre todos, hagamos por él.

A eso me refería 😉

¡Que tengas un fantástico fin de semana!