Pues ayer al final el plato quedó riquísimo. Todo salió a pedir de boca.

En la jornada sobre accesibilidad conocimos personas y proyectos muy interesantes. Aprendimos, se crearon conexiones, se sincronizaron ritmos.

Tuvimos mucha suerte con el día. No hizo frío ni calor; el cielo estaba azul, esplédido. El paisaje, un poquito otoñal. Por desgracia, el pantano estaba muy triste, bajo mínimos.

Coincidimos en muchas cosas, podría resumirlas en una idea. 

En nuestra sociedad, todo está pensado para un determinado estereotipo de personas: jóvenes, fuertes y sanas, con dientes perfectos en cuerpos perfectos, con vidas perfectas y un estado de ánimo perfecto, a prueba de bombas.

Si no encajas en ese patrón a lo largo de tu vida o durante un período determinado, todo es un poco más complicado.

Me recordó a cuando este verano, un amigo de mi tío, que tiene un invernadero, nos explicó como la empresa que le compró los melones había descartado, sin pensárselo, todos los que no tenían la medida estándar que buscaban. Estaba tan cabreado por tener que desperdiciar el trabajo y el esfuerzo invertido, que les dijo que la próxima vez, si querían melones clonados, mejor que los encargasen en Amazon.

Con las personas pasa un poco lo mismo. Ni somos perfectos, ni cabemos en un molde.

Somos vulnerables, nos pasan cosas y tenemos defectos. A veces, llevamos gafas; otras, tropezamos y nos caemos. Tenemos nuestros días malos y nuestros días buenos. Nos ponemos enfermos y, si tenemos suerte, hasta envejecemos.

Esa es la pura realidad. El resto, ¡solo son cuentos!

Con lo que visto lo visto, decidimos conjurarnos para seguir trabajando por evidenciar y celebrar la riqueza de la diversidad.

Y en eso estamos.

Que tengas un feliz día.