Anoche estaba superagobiada.

Me había sentado a cenar sin cambiarme de ropa.

En la mesa, mi hijo mayor y yo.

De plato, unas judías verdes que me habían quedado medio bien.

De fondo, First dates.

Y en mi cabeza, la sensación de que había llegado el momento de tomar una decisión:

– Seguir con este proyecto como un hobby
– O invertir tiempo y dinero -que debía restar de otras cosas- en hacerlo crecer

¡Qué lío! ¿Qué debía hacer?

Mi cabeza parecía un molinillo valorando pros y contras, imaginando los diferentes escenarios posibles.

Mientras tanto, las judías seguían allí. First dates, también.

Mi hijo ya no. Visto el panorama, había desaparecido como quien no quiere la cosa.

Entonces recordé que para tomar una decisión solo tenía que hacer lo mismo que había hecho siempre: dejarme guiar por la ilusión y no por el miedo.

Porque nunca hay un camino correcto y uno incorrecto. Y si lo hubiese, nunca podríamos saber cuál es.

Pero siempre podemos saber qué es aquello que nos mueve, lo que nos hace sentir cosquillas en la tripa y decir ¡venga, va!

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Que tengas un fantástico día.