La semana pasada te decía que sentirse agradecido es uno de los mejores antidepresivos que hay.

Es así.

El fomento de la gratitud forma parte de muchos programas de tratamiento de la depresión o de mejora de la resiliencia. Es una capacidad que los psicólogos relacionan directamente con el bienestar personal.

¿Por qué?

Pues Sonia Lubomirsky, que es doctora en psicología y profesora, lo resume en ocho beneficios diferentes:

1. Por un lado, estar agradecidos nos hace ser más conscientes de los momentos agradables que estamos viviendo. Y eso hace que, a su vez, tengamos más ganas de vivir.
2. Además, refuerza nuestra autoestima, al hacernos desviar el foco de lo que “falla” en nuestras vidas a aquello que tenemos o somos capaces de hacer.
3. Nos ayuda a afrontar los problemas, ayudándonos a dar una interpretación más positiva a lo que nos pasa: “podría haber sido peor”.
4. Como nos sentimos mejor, somos más amables con los demás.
5. Fortalece nuestra conexión con las otras personas, valoramos más su presencia en nuestras vidas.
6. Hace que nos comparemos menos con los demás, aliviando los sentimientos de envidia que experimentamos a menudo cuando lo hacemos. 
7. Como es incompatible con el mal rollo, rebaja nuestro mal humor. 
8. Y por último, pero no por ello menos importante, sentirnos agradecidos nos hace valorar todo lo bueno que nos rodea, evitando que nos acostumbremos a ello o que lo demos por supuesto.

Casi nada.

Y si estar agradecidos nos sienta tan bien, ¿cómo podemos experimentar ese sentimiento más veces?

Pues abriendo los ojos y enfocando mejor.

Como siempre, es cuestión de ir practicando.

Y de agradecerlo por partida doble cuando nos pasa 😉

¡Que tengas un fantástico lunes!