Ayer mi marido preparó la cena.
Hay días que va liadillo y no puede entretenerse demasiado, pero ayer había puesto en la mesa una ensalada apetitosa y estaba sacando del horno un pescado hecho con mucho cariño.
Las recetas que llevan mucho cariño le salen genial.
Yo no tenía hambre, estaba concentrada buscando un texto de Natalia Ginzburg que quería compartir contigo y que no conseguía encontrar.
Cuando le dije que no cenaría, después de protestar un poco (ahora me avisas…), me miró y sonrió.
Entonces pensé que tenía mucha suerte, y me acordé de un poema de Jaime Sabines que le recité a una amiga el día de su boda y que habla del amor cotidiano, ese que es menos épico pero más real que el de Instagram.
Con tu permiso y como premio a su paciencia, mientras no encuentro el texto de Natalia Ginzburg, se lo voy a dedicar.
Espero que te guste. Me recuerda mucho a la idea de vida plena que te propongo, y que no encaja exactamente con las letras grandes y doradas con las que a menudo se escribe la palabra «FELICIDAD».
«Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?»
Que tengas una fantástica semana.
P.D. Encima, me he pasado la noche roncando. No me salva ni el poema 😉