Stephen King dice que la inspiración te tiene que pillar trabajando. No viene por magia divina. Tú tienes que trabajar; y ella, si quiere, ya llegará.

Pero estar trabajando no implica necesariamente estar hincando los codos.

A veces, es mejor dejar las cosas reposar.

¿No te ha pasado muchas veces que, cuando intentas recordar algo, un nombre, por ejemplo, no hay manera; y, luego, cuando ya no estás pensando en ello, te viene la respuesta a la cabeza?

¿No has tenido alguna vez la sensación de que las mejores ideas se te ocurrían en la ducha?

El cerebro es nuestro mejor asistente. Si sabe lo que tiene que hacer, de una manera sutil y sin que te des cuenta, sigue trabajando por ti mientras tú te dedicas a otra cosa.

Eso algo que aplico a menudo. Lo aprendí en un libro sobre el funcionamiento del cerebro o la gestión del tiempo. Ahora (también es casualidad), no recuerdo bien cuál era.

Pero te puedo explicar en qué consiste mi táctica, por si te sirve. A lo mejor ya la conoces.

Cuando tengo que resolver un problema complicado, algo que no me encaja en el trabajo, una decisión que tengo que tomar, lo que sea, hago dos cosas:

  • Primero, alimento mi cerebro con todo lo que creo que le puede ser de utilidad. «Trabajo» en el sentido habitual del término: leo, escribo, pienso, analizo, me informo.
  • Y luego, me olvido. Tranquilamente. En lugar de buscar la solución por mi cuenta, cierro el ordenador o la libreta y me dedico a hacer algo que no tenga nada que ver con eso. Sin remordimientos. Me voy a caminar o me pongo a hacer cosas en casa. Limpio el patio, voy a ver cómo está el huerto, cocino, tiendo; lo que toque. Voy haciendo, sin más. Si toca dormir, pues duermo.

Y entonces, en algún momento, cuando menos me lo espero, mientras estoy recogiendo las hojas del patio, me ducho o me estoy secando el pelo, me llega la inspiración.

Aquello que no encajaba, me encaja; lo que no sabía por donde atacar, me ofrece un ángulo nuevo; lo que era oscuro, se empieza a iluminar.

Es como si durante ese tiempo, cada cosa se hubiese ido poniendo en su sitio.

Entonces, solo tengo que ir siguiendo el rastro, darle una vuelta a partir de lo que me ha llegado. Tiro del hilo, y siento que ya lo tengo. Mi cerebro lo ha hecho de nuevo.

Me maravillo. Le doy gracias, y ya está.

Si no lo has hecho nunca, pruébalo, ya verás.

Que tengas un fantástico día.